Todos tenemos una cuota de responsabilidad

Por Wendy Carrasco

SANTO DOMINGO.- Un sabor amargo me obliga a escribir de lo que quisiera que fuera una película de terror, pero es parte de una triste realidad que estamos viviendo cada día en nuestro entorno, sea este un lugar privilegiado o no.

Todo el mundo opina, habla, expresa diferentes versiones sobre los últimos casos de violencia, muertes, homicidios, asaltos y delitos diversos, que se publican a diario en diferentes medios de comunicación.

Sin embargo, escucho y leo a pocos expresar que, “todos tenemos una cuota de responsabilidad”.

Hace unas décadas que el mundo cambió vertiginosamente, tanto así que de repente no nos dimos cuenta, y pasamos de ser gente moralista, fanática de valores a una sociedad corrompida, apática, desleal que juzga a simple vista, y dicta una sentencia de muerte, sin el mínimo remordimiento.

No nos detenemos un segundo a emitir un juicio, sino que nos desbordamos a opinar, sin tomar en cuenta a quién pudièramos dañar.

Estamos perdieron nuestras familias y no nos importa. Somos indolentes. Incluso, perdemos a diario a nuestros hijos, porque si a un vecino, por ejemplo, le suceda alguna desgracia, esa situación me afecta como parte de la comunidad.

¿Qué quiero decir con esto? Que somos indiferentes al dolor ajeno, y que si hasta el momento todo ha ido bien con la vida de los míos, creo tener la calidad moral para señalar y acusar, sin fundamentos, pero no es así.

Sin lugar a dudas, la pérdida de valores como el respeto: la falta de establecer patrones claros en las familias, y de definir los roles de cada quien, está haciendo mucho daño en la sociedad dominicana.

¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo!

La gente de hoy, sabemos tanto que finalmente, sabemos nada. Porque nos autoengaños queriendo demostrar que todo anda bien con nuestras vidas, muchas veces queriendo aparentar fantasías y lo esencial lo rechazamos.

Padres que se convierten en aliados de sus  hijos para que ellos se sientan “bien y aceptamos”, evadiendo la corrección y el monitoreo constante que debemos tenerles.

La gente de hoy, sabemos tanto que finalmente, sabemos nada. Porque nos autoengaños queriendo demostrar que todo anda bien con nuestras vidas, aparentando fantasías cuando lo esencial lo estamos perdiendo.

Mi experiencia cada día me dice que los padres y madres no somos amigos de los hijos, somos sus padres, lo que corresponde a una jerarquìa superior o cabeza en el hogar, que debe establecer normas de convivencias y los hijos que deben asumirlas con respeto, siempre que no vaya en detrimento de su bienestar físico y emocional.

Porque hasta la vara, muchas veces se hace necesario para corregir a nuestros hijos, y que entiendan que la vida no es juego, sino que conlleva la obligaciòn de organizarse y seguir patrones de conducta que les permitan vivir sana y libremente, sin caer en los excesos, y menos terminar en una cárcel o morir a destiempo, entre otras desgracias que pudièramos evitar, si bien criamos y educamos.

Si usted educa, si yo educo a mis hijos con valores, estaremos más seguros de no padecer una desgracia y de que ninguno sea víctima del otro.

A todos nos corresponde asumir una cuota de responsabilidad como familia, comunidad y paìs, si queremos que nuestra sociedad retome los senderos del bienestar común, implementando doctrinas sanas, valores en todas sus expresiones, las buenas costumbres, y sobre todo, profesarnos el amor a nosotros mismos, porque nadie puede dar, lo que en definitiva carece.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *