BOSCH Y PEÑA, DEL AFECTO A LA DISCORDIA

Sebastián del Pilar Sánchez/PeriodismoySociedad

Santo Domingo, RD. El 18 de noviembre de 1973 el destacado dirigente político, profesor Juan Bosch, abandonó el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), luego de nueve meses de confrontación pública con el secretario general de esa organización, doctor José Francisco Peña Gómez, a quien calificaba de individualista y líder de ideas atrasadas al servicio de grupos conservadores, que no se había puesto a la altura de los tiempos que estaba viviendo el mundo por estar acostumbrado a la dirección unipersonal.

Esas diferencias se hicieron públicas desde mediados del mes de febrero, estando ambos en la clandestinidad como consecuencia de la guerrilla de Playa Caracoles y horas después de la ejecución de su dirigente, el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, capturado por tropas del Ejército junto a sus compañeros Giordano Heberto Lalane José y Alfredo Pérez Vargas, en los alrededores del paraje Nizaíto, sección La Horma de San José de Ocoa.

La causa aparente de ese choque de ideas fue su enfoque divergente y puramente coyuntural de esa acción armada, como se puede apreciar con sólo recordar que el día anterior a ese suceso, Peña había enviado al periódico El Nacional -dirigido entonces por el reconocido poeta y escritor Freddy Gatón Arce- una carta destinada al presidente Joaquín Balaguer, publicada en la edición del martes 16, en la que -a título personal- aceptaba la versión oficial sobre la actividad guerrillera, pero desligaba a su partido y sus directivos de la planeación de ese evento, enfatizando que desde hacía dos años estaban impulsando la táctica política de someter al gobierno a su propia legalidad.

El ejecutivo perredeísta publicó también, cuatro días más tarde, un artículo en el diario matutino Listín Diario titulado “Adiós Francis, Mártir de la Libertad”, para resaltar la figura patriótica de Caamaño, señalando que se casó con la Gloria en 1965 al encabezar la resistencia armada contra la invasión extranjera en defensa de la soberanía nacional.

A los pocos días de salir a la luz pública los escritos de Peña sobre la empresa guerrillera y la muerte del héroe de Abril, el expresidente Bosch ofreció unas declaraciones públicas desde su escondite que originó serias dudas sobre la operación de la insurgencia en la montaña ocoeña, al plantear la posibilidad de que el cadáver de Caamaño lo trajeran congelado desde el extranjero.

Cabe decir que las posiciones encontradas entre el máximo líder y el “joven y fogoso líder” (como calificaba Bosch a Peña), surgieron muy sutilmente en abril de 1970, días después del retorno al país desde Europa del renombrado estadista y escritor, quien había permanecido cuatro años ininterrumpidos en playas extranjeras, residiendo junto a su familia en la ciudad veraniega de Benidorm, España, donde escribió su controvertida tesis de la Dictadura con Respaldo Popular y otros valiosos ensayos socio-políticos.

Hasta entonces el PRD había desarrollado en las calles una oposición firme y decidida a la primera reelección del presidente Joaquín Balaguer, orientado por su secretario general con el respaldo de varias entidades opositoras; entre las que se destacaba, con su táctica inconfundible de “Golpe de Estado Revolucionario”, el izquierdista Movimiento Popular Dominicano (MPD).

Esa táctica -según el exmandatario- era completamente aventurera y desencadenaría un baño de sangre en el territorio nacional, donde los principales afectados serían los jóvenes perredeístas; por lo cual, tan pronto reasumió la presidencia de su partido, procedió a reorientar su línea política, a reestructurar sus organismos y a tratar de educar a sus miembros en torno a nuevas ideas políticas.

La primera revelación pública de lo que ocurría dentro del partido blanco, la ofreció Bosch en su charla radial del viernes 4 de septiembre de 1970 por el programa “Tribuna Democrática”, donde aseguró que éste había sido afectado por la infiltración izquierdista que enfrentaría sacando de sus organismos a aquellos que estuvieran “coordinando acciones concretas, o cualquier clase de actividad, con el MPD o con cualquier otro partido político”.

Con ese discurso daba inicio a un proceso de saneamiento interno que bautizó como “desgarrapatización del buey”, donde se cuestionaba con cierto disimulo la autoridad del secretario general por el rumbo ideológico que había experimentado bajo su regencia la militancia perredeísta. Este proceso se mantuvo activo hasta la expulsión de varios dirigentes y militantes que habían sido denunciados como receptores de posiciones extremistas.

La referida acción correctiva alteró la armonía dentro de los organismos del partido, por haber sido aplicada -y no por coincidencia- poco antes del traslado a Francia de su secretario general, quien se radicó en París en noviembre de 1970, para realizar desde allí un doctorado en Derecho Constitucional en La Sorbona y un curso de ciencias políticas en el Instituto de Estudios Políticos de esa ciudad, al amparo de una beca otorgada por la cancillería francesa que incluía hospedaje, transporte y una asignación mensual de 150 dólares.

La “desgarrapatización del buey” coincidió igualmente con la mudanza a territorio estadounidense de los líderes juveniles Juan Winston Arnaud Guzmán y José Ovalle Polanco, dos entrañables amigos de Peña que habían recibido la encomienda de reorganizar la seccional perredeísta de la ciudad de Nueva York y cuyo viaje estuvo precedido de rumores aviesos que les atribuían excesiva permisividad a la infiltración ultraizquierdista, obviando -sus detractores encubiertos- el crédito adquirido en su lucha democrática y su inmejorable destreza en la estructuración de una vigorosa maquinaria ideológica llamada “Juventud Revolucionaria Dominicana (JRD)”, organizada en los principales municipios del país.

En la ruptura de la camaradería entre Bosch y Peña incidiría la creación posterior de la “Comisión Permanente”, un organismo encabezado por ambos y con funciones arrebatadas al Comité Ejecutivo Nacional, que inicialmente tuvo como miembros a los doctores Julio César Castaños Espaillat (renunciante), Rafael Francisco Alburquerque De Castro, José Joaquín Bidó Medina, Ramón Antonio Abreu Flores (Tonito) y al dirigente obrero Rafael Antonio Luna (Cheché), representando al buró sindical.

La Comisión Permanente

Los únicos dirigentes históricos en este nuevo organismo eran Bosch, Peña y Alburquerque. Los demás llegaron al PRD entre 1966 y 1970, siendo juramentados por el secretario general quien admiraba las luces intelectuales y los méritos académicos de algunos de ellos, aunque les reprocharía más tarde el trato dispensado a perredeístas de larga data e intachable conducta, que fueron marginados de las actividades políticas diarias pese a sus valiosos aportes al crecimiento y reputación de ese partido desde 1961.

A los miembros de la Comisión Permanente les tocó el odioso encargo de alterar la naturaleza democrática del PRD, al introducir sin rubor alguno el culto a la personalidad en los denominados “círculos de estudios”, mediante la persistente y exagerada defensa de la figura política del líder máximo, poniéndola sin que fuera necesario a la par con la del Padre de la Patria Juan Pablo Duarte, y animando la difusión masiva de sus discursos y obras, para frisar la tradición perredeísta de exaltar sólo los símbolos patrios y del partido, así como a sus candidatos en tiempos de elecciones.

Las excesivas adulaciones al líder máximo se exhibieron desde su retorno de Europa con la inserción en el escenario político de las nuevas consignas: “Bosch, timón de la revolución” y “Compañero Juan, líder nacional”, que relegaron al olvido la antigua frase “Vergüenza contra dinero”, aireada en los años 50 por el líder suicida cubano Eduardo Chibás como rechazo a la corrupción del gobierno de Carlos Prío Socarrás instalado en La Habana y por los propios perredeístas para contrarrestar la opulencia de sus adversarios de la Unión Cívica Nacional (UCN) durante las elecciones de 1962.

El organismo en cuestión utilizó los círculos de estudios para elevar a dimensiones casi religiosas la figura de Bosch, haciéndola prevalecer por encima de la de cualquier otro afiliado, por medio de la difusión continua de sus novedosas teorías sobre la liberación nacional formuladas en la tesis mentada y en las obras “Composición Social Dominicana”, “Crisis de la Democracia de América en la República Dominicana”, “El Pentagonismo: sustituto del imperialismo” y “De Cristóbal Colón a Fidel Castro. El Caribe, Frontera Imperial”, escritas durante su estadía en España (1966-1970).

En esos círculos de estudios se hizo presente el método marxista para estudiar y comprender la operación y dinámica de la sociedad, como lo advirtió el conocido periodista, poeta y escritor Oscar Gil Díaz, en un análisis noticioso publicado el jueves 19 de octubre de 1972 en el vespertino El Nacional, donde aseguró que el líder del partido blanco era marxista porque aplicaba su método de análisis y había admitido en sus obras “las tesis esenciales del materialismo dialéctico y del materialismo histórico” (Tres años más tarde Bosch admitiría su adhesión al marxismo).

Gil Díaz observó también que los círculos de estudios eran una reproducción -con idéntica nomenclatura- de aquellos engendrados durante la revolución rusa de 1905 por los bolcheviques partidarios de Vladímir Ilich Uliánov (Lenin) para incorporar y educar a los paladines del movimiento obrero en su prolongada lucha contra el zarismo, coronada con el asalto al poder y la instauración de un gobierno provisional marxista-leninista el 26 de octubre de 1917.

Comisión Permanente y Bosch frente a Peña

Durante el año 1972 algunos miembros de ese organismo no ocultaban su rechazo a Peña, pero como no convenía destituir de la secretaría general del PRD a este líder carismático y popular -que por demás había sido reelecto por una convención democrática-, se resignaron sólo a atacarlo secretamente por su supuesto individualismo, atraso político y estrecha relación con los “liberales de Washington”.

De esta manera, el trato entre el joven líder ausente y sus atacantes sería prácticamente nulo, lo cual se pondría de manifiesto cuando dos integrantes de la Comisión Permanente viajaron al continente europeo y rehusaron verlo, ignorando su residencia en París y el aparente interés de Bosch en que ese contacto se materializara, para que su discípulo más aventajado robusteciera su comprensión de la postura partidista sobre la situación política nacional.

Los dirigentes del PRD que circularon por la capital francesa -camino a La Haya, Amsterdam y Estocolmo- fueron los doctores Rafael Francisco Alburquerque De Castro y Ramón Antonio Abreu Flores (Tonito); de visita el primero en París y varias ciudades de la región nórdica (durante quince días), como invitado del Partido Social Demócrata Obrero Sueco y en su calidad de secretario general de la Unión Internacional de Juventudes Socialistas (IUSY); mientras el segundo se estacionó en Holanda para hacer contacto con dominicanos desterrados por motivos políticos y los dirigentes de las seccionales de su partido.

Vale decir que más que la actitud de menosprecio a la buena imagen de Peña mostrada por ambos dirigentes, lo que realmente causó revuelo y el justificado disgusto de una parte importante del partido blanco fue la velada propagación de denuestos en su contra, atribuida al doctor Abreu Flores tanto por el dirigente perredeísta Juan Pablo Gómez como por el exministro de la Presidencia del gobierno en armas de Caamaño, Héctor Aristy Pereyra.

Esos agravios se habrían producido en los encuentros de Tonito Abreu con la comunidad dominicana, en los cuales -según trascendió entonces- habría dicho en tono despreciativo que Peña no era más que un “loco y aventurero”, para inaugurar así un ambiente de creciente animosidad que se acentuaría durante la crisis de la guerrilla caamañista, cuando la Comisión Permanente pretendió controlar al joven líder perredeísta y a otros altos directivos prohibiéndoles ofrecer declaraciones públicas no autorizadas.

A consecuencia de esa medida fueron sancionados Jacobo Majluta Azar, Pablo Rafael Casimiro Castro y Pedro Antonio Franco Badía; este último secretario general del comité del Distrito, por capitanear una sublevación interna contra las actuaciones autoritarias del organismo de marras, demandando de Bosch una convocatoria urgente del Comité Ejecutivo Nacional para renovarlo, alegando que sus miembros eran ineptos porque carecían de capacidad ejecutiva y actuaban de manera arrogante y despótica.

Franco Badía cuestionó particularmente las ejecutorias de dicha comisión, observando que no contaba con un mandato estatutario para producir sanciones y que se había creado la imagen siniestra de los “Jinetes del Apocalipsis”, poniendo en peligro la unidad y el desarrollo del partido.

Otros dirigentes sancionados fueron los miembros del comité del Distrito Sebastián Aridio García de León, Frida Martínez de Espinal, Juan Almonte, Rafael Sarante, Luis Manuel Caraballo y Dolores González.

También, los dirigentes de la zona P, Ángel Remedio Rossi, Juan Mañón, Jorge Ben Franco, José E. Pereyra, José Gómez, Pedro Suárez y Flavio Tatis; los dirigentes de la zona D, Ignacio Rodríguez Lucas, secretario general y Ramón Chacón.

Igualmente fueron suspendidos los dirigentes choferiles Amadeo Lorenzo Ramírez, Francisco Antonio García García Arias, Lamberto de la Rosa, Víctor M. Arache, Elio Ramírez, Domingo Antonio Rosa. Tomás Paulino y Elpidio Marte.

A causa del ambiente de hostilidad originado por las medidas disciplinarias dispuestas por la Comisión Permanente, el sábado 2 de mayo de 1973 Peña renunció con carácter irrevocable a su cargo de secretario general, causando honda conmoción en el seno de su partido, como expresó el doctor Héctor René González Rodríguez (Neco), secretario general del comité municipal de Villa Altagracia y seguidor de Bosch, en un artículo publicado dos días más tarde en el vespertino El Nacional, abogando por la unidad política y por un entendimiento dentro de la cúpula del PRD.

En esa misma onda se manifestó el secretario general del comité municipal de Santiago, doctor Luciano Ambiorix Díaz Estrella y en la capital, sobrevino una bulliciosa movilización de militantes que acuñó las consignas: “Lucha sin tregua contra Balaguer”, “Estamos unidos, listos para lo que mande el partido” y “Peña Gómez y Juan Bosch, timoneles son los dos”, bajo la orientación de los dirigentes distritales Alcides Mercedes, secretario general de la zona A, de Villa Francisca y San Carlos; Celestino Vásquez, secretario general de la zona E, del ensanche Espaillat; Rafael Sarante, secretario general de la zona F, del ensanche La Fe; Domingo Petitón, de la zona K, de Villas Agrícolas; Ramón Medina, secretario general de la zona M, de Mendoza y Eusebio Martínez, secretario general de la zona L, de Villa Duarte.

Mientras eso sucedía en los barrios populares, en el ámbito intelectual el doctor Franklin Almeyda Rancier, destacado catedrático universitario, desplegaba esfuerzos mediadores tratando de restaurar la erosionada relación entre el presidente y el secretario general del partido, para garantizar su unidad interna.

Sin embargo, dicha gestión tropezó con un escollo inesperado, ya que el sábado 12 de mayo de 1973 Bosch encabezó una rueda de prensa en la cual sugirió que el joven y fogoso líder era un traidor porque con su renuncia a la secretaría general había actuado como lo hizo en Rusia Lev Davídovich Bronstein (León Trotsky), principal organizador del ejército rojo, quien luego de tener una participación importante en la conquista del poder en 1917, para superar la etapa imperial, se convirtió en opositor tenaz al régimen socialista que creó la Unión Soviética.

El presidente del partido blanco dejó entrever cierta similitud de comportamiento entre Peña y el mariscal Lin Piao, exministro de Defensa de la República Popular China, jefe del ejército y creador de los Guardias Rojos, muerto el 13 de diciembre de 1971 en un misterioso accidente de aviación, posiblemente provocado por sus adversarios políticos debido a su abierta oposición a la relación chino-americana que se iniciaría después de su muerte con la “Operación Marco Polo”, que posibilitó la entrada secreta a Pekin -el 15 de febrero de 1973- del asesor presidencial norteamericano Henry Kissinger, para sostener un encuentro con el primer ministro chino Zhou Enlai que sentaría las bases de la transformación geopolítica mundial en el siglo 21.

Con la referida insinuación de traición, Bosch estaba lanzando el primer ataque directo al antiguo discípulo que decía querer tanto como a su hijo Patricio y cuya inteligencia y capacidad elogiaba constantemente, diciendo que había “adquirido sabiduría en tan poco tiempo” y también había demostrado que se habían equivocado “los que mantenían la propaganda de que el partido era yo”.

En uno de esos elogios Bosch mostró su disposición de enfrentar a quien osara tocar a Peña “aunque sea con el pétalo de una rosa”; pero ese afecto se había disipado ya para el 12 de mayo de 1973, cuando comenzó a criticarlo de manera directa y motivar la selección de Tonito Abreu como nuevo secretario general de su partido.

La separación entre ambos líderes quedó sellada en el curso de una reunión del Comité Ejecutivo Nacional, celebrada el 17 de noviembre de ese año, en la cual la mayoría de sus miembros planteó renovar la Comisión Permanente, en busca de la reconciliación y la unidad. Al día siguiente, Bosch anunció su retiro del partido que había contribuido a fundar en La Habana, Cuba, el 21 de enero de 1939, mientras Peña se abocaba a ser su “máximo Líder” y orientador de sus victorias electorales en 1978 y 1982 y su candidato presidencial en 1990, 1994 y 1996.

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