Liderazgo, jefatura, disgregación y separación partidaria
Teófilo Quico Tabar
La constante de liderazgo o jefatura en los partidos, así como la fragmentación ante las direcciones colegiadas, lo traté en la entrega anterior, básicamente en lo relativo a la década de los 60. Pero en los años 70 del siglo pasado, independientemente de la abstención del PRD en las elecciones del 1970 y del Acuerdo de Santiago en el 1974, así como el triunfo de Guzmán en el 1978, se produjo un acontecimiento, tal vez de los más destacados desde el punto de vista político-partidario: la salida de Bosch del PRD para fundar el PLD en l973
Dicho acontecimiento, aunque tuviera orígenes metodológicos, conceptuales o de otra naturaleza, indudablemente se produjo por lucha de liderazgo y jefatura. Razón por la cual Bosch, maestro y conocedor de comportamientos y debilidades humanas, cuando fundó el PLD, puso a los miembros de su partido a recibir, como hace la iglesia, una especie de Catecismo, para aprender más que nada, disciplina, obediencia, pensar y analizar igual, e incluso a comunicarse de forma parecida. Igualmente se preocupo permanentemente por el ADN de los peledeístas.
Estando Bosch a la cabeza del PLD, cualquier conato interno, lo sofocaba con la erradicación de todo cuanto entendiera que pudiera producir discrepancias. No aplicaba medias tintas. Él, que desde que llegó al país, comenzó a hablar de crianzas de pollitos sabía, que cuando los pollos se hacen gallos, pelean por su espacio, más cuando se producen lloviznas.
Por el conocimiento de Bosch sobre esas cosas, cuando entendió que ya no podría controlar todas las vertientes, abandonó el PRD para formar el PLD. Y conociendo que la naturaleza humana, matizada en algunos lugares como el nuestro, tiende a exacerbar determinadas conductas, sobre todo, si los actores entienden que tienen o les dicen tener condiciones de liderazgo, mucho más cuando alcanzan alguna posición de poder o de mando aunque sea delegada, dirigió su nuevo partido con disciplina y obediencia hasta el final.
Eso, hasta ahora, más que cualquier otra cosa, es lo que le ha permitido al PLD mantenerse unificado y haber logrado éxitos electorales, sin entrar a analizar más que los resultados. Entender y asimilar las enseñanzas de Bosch a actuar como un solo cuerpo. Si se quiere, como decía Juan XXIII, actuando en unidad dentro de la diversidad. Aunque tal vez con la apertura, se hayan descuidado de su ADN.
Si se analiza nuestra historia a partir del 1961 lo que ha acontecido y sucede en los partidos políticos dominicanos, no es diferente: liderazgo y jefatura o disgregación y separación. Porque esa es nuestra naturaleza. Agravada además, porque en las direcciones de los partidos se ha introducido, como lo he dicho en ocasiones anteriores, el concepto de FILA y LISTA.
Ello así, porque muchos dirigentes se han colocado en las filas, esperando su turno, pero las cúpulas han preferido hacer uso de las listas, para acomodar a quienes entiendan que favorecen sus intereses. Rompiendo los esquemas para mantenerse dirigiendo las estructuras partidarias y posibles candidaturas. La historia se ha repetido. Pero continuaremos con décadas posteriores.