La corrupción en el catálogo de las crisis

jpg. Isisdro Toro Pompols
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Por: Isidro Toro Pampols

En los países iberoamericanos cuando se habla de corrupción usualmente pensamos en la política, y la identificamos con la práctica del mal uso del poder público para conseguir una ventaja ilegítima, de forma secreta y privada.

Pero no solamente hay corrupción política. Lo es todo tipo de conducta que viola los valores reconocidos, los principios morales básicos, las normas sociales, las leyes y los deberes propios del cargo o función que ejerce, en beneficio personal y contrario al cliente o a la comunidad. Si nos vamos al Diccionario de la Real Academia, la define como la “acción y efecto de corromper o corromperse”, como primera puntualización y luego muestra otras más, pero todas tienen la degradación como elemento común. De lo anterior se desprende que puede haber corrupción en cualquier entidad pública o privada, de carácter onerosa o sin fines de lucro, grandes o pequeñas. En fin es un fenómeno que no se circunscribe a una restringida área de la sociedad.

La corrupción ha existido en distintas épocas históricas y en los tiempos presentes no es una excepción. En dictaduras totalitarias, economías socialistas planificadas, países en vías de desarrollo, sociedades capitalistas llamadas del primer mundo, democracias occidentales, en fin, en todos los sistemas de la sociedad.

El peligro de la corrupción es que pone en peligro las conquistas en cuanto a justicia, igualdad de oportunidades, desarrollo sostenible y desenvolvimiento en el marco positivo de un orden normativo. Donde se ha enfrentado se percibe crecimiento. Donde no, marasmo y retraso.

Da coraje observar como en países con una economía de escasez, insuficiente, con grandes sectores de la población padeciendo carencias graves, sean donde más se pone de bulto la corrupción en muchos de sus aspectos: gubernamental, profesionales abusando de la ignorancia o la impotencia de sus conciudadanos, gremios petulantes, sindicatos mafiosos, depravación judicial, policial, entre otras desviaciones. Allí sufren muchos las personas honestas, que aun siendo mayoría, el entramado que se arma para sostener la nociva práctica la hace parecer imbatible.

A corto plazo la corrupción se combate con transparencia y participación. En todas las instancias del Estado. Con un equipo bien equipado para la evaluación y control, e instrumentos en manos de la población para ejercer la contraloría social. Esto también ayuda a combatir los problemas de corrupción entre particulares al favorecer el desarrollo de un Poder Judicial confiable.

A mediano y largo plazo se derrota interiorizando valores y los principios morales de la comunidad en todos los individuos. Educar, formar, instruir. Siempre con transparencia y participación. Sin una sociedad consciente del problema, de sus consecuencias y activa en su prevención, difícilmente se pueda ganar la guerra. La libertad de prensa en una necesidad para la gran tarea. Periodistas y medios comprometidos con la honestidad son vitales. Hoy la comunicación es tan dinámica y variada, que se facilita la misión, aunque también se corren riesgos de ser manipulados por la desinformación vía Internet y otros sistemas.

Cuando observamos las cíclicas crisis mundiales, así como los tiempos tortuosos que viven muchos países, especialmente latinoamericanos, en el catalogo de males registrados siempre encontramos la corrupción en varias de sus manifestaciones.

Si queremos tener países que les permitan a nuestros descendientes vivir en paz y con posibilidades de prosperar, no podemos dejarles a los demás la lucha contra la corrupción.

Isidro Toro Pampols.·. es MSc en Management, asesor en cooperativismo en el IDECOOP. Reside en Santo Domingo.

 

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