Experiencias sobre el fracaso de los injertos políticos
Por Teofilo Quico Tabar
Bajo la influencia de dirigentes socialcristianos internacionales, sobre todo venezolanos, viendo que el desaparecido Partido Revolucionario Social Cristiano había perdido la cohesión interna producto de las permanentes crisis; y de que, Balaguer buscaba adherirse a una de los organismos internacionales, se inició, a mediados de la década del 70, una estrategia que se denominó: “Injerto.” Que consistía en gestionar que varios dirigentes socialcristianos fueran designados en el gobierno, bajo el supuesto de que desde allí podrían impulsar y fortalecer la organización. Cabe recordar que un año antes el desaparecido PRSC había participado en el Acuerdo de Santiago, precisamente contra Balaguer.
Mientras sus propulsores alegaban que era la línea política más conveniente, nosotros planteamos que era riesgoso; que el partido tenía posibilidades de afianzarse como tercera fuerza manteniendo su identidad; que había espacio en la sociedad; además, que poco tiempo antes se había producido la crisis en el PRD que culminó con la salida Bosch.
En la Convención para conocer dicha propuesta, los defensores del injerto nos acusaron de preferir ser cabeza de ratón, pues ellos preferían ser cola de león. En tal sentido, todavía resuenan las palabras que pronuncié advirtiéndoles, “que los que se colocan en las colas de cualquier animal, estaban expuestos a recibir todo lo que saliera por la parte más cercana a su cola.” Otra cosa que advertimos fue, “que siendo el reformismo o balaguerismo más fuerte que nuestra organización, más fácilmente se convertían los socialcristianos en balagueristas, que los reformistas en socialcristianos.” Pero a pesar de nuestra advertencia, la Convención aprobó el injerto.
El presidente Balaguer designó varios socialcristianos en posiciones gubernamentales: Guido Dalessandro en Industria y Comercio; Guillermo Caram Asesor Urbanístio; Alfonso Lockward Secretario Técnicoa; Abigaíl Cruz Infante Administrador de Seguros San Rafael, y Alfonso Moreno Embajador en la ONU.
Pero, aunque dichos nombramientos le aportaron sangre nueva y conductas diferentes al gobierno, y de que, quienes ocuparon posiciones gubernamentales no abandonaron la organización, para fines partidarios, el injerto no funcionó. Porque la mayoría de los dirigentes, tanto intermedios como de base, no sintieron los efectos positivos, salvo algunos contados técnicos. Se produjo entonces, una situación de ambigüedad, pues mientras algunos dirigentes ocupaban posiciones gubernamentales, el resto del partido se sentía y actuaba como oposición.
Como consecuencia, poco tiempo después se produjo cambio de dirección en el partido, y en 1978 apoyamos a Don Antonio Guzmán. Otros dirigentes quedaron cerca de Balaguer. Luego, algunos de los socialcristianos que propiciaron el injerto, dejando de creer que el Partido era viable, comenzaron a gestionar la fusión con el Partido Reformista. En desacuerdo con los intentos de fusión, renuncié a la Secretaría General, ganada ampliamente en una Convención Nacional.
Lo sucedido luego, fue exactamente lo mismo que advertimos. Porque cuando un partido se encuentra en crisis, o tiene debilidades estructurales, si en vez de reencontrarse a sí mismos y fortalecerse como organización, se arriman a otros, con mayor consistencia, cerrados, o gobernando, casi seguro se produce: absorción, confusión o desnaturalización partidaria. Y la historia se repite.