Doña  Ivelisse EN PLURAL: Ellos compensaron la conquista

Yvelisse Prats Ramírez De Pérez

Los recuerdo como si estuvieran presentes: Luis Alaminos, Fernando Sainz, Amós Sabrás Gurrea, Constancio Bernaldo de Quirós, los principales rostros que percibo. Hubo otros más, entre ellos uno que me pintó un retrato precioso, Claro y Luz de Yvelisse, con mi cara de frente, y de perfil, en medio de una lluvia de trinitarias.

Se llevó consigo el cuadro cuando retornó a Europa, un amigo dominicano residente en Madrid lo vio en una exposición y me contó que fue vendido a buen precio.

Sus nombres y sus figuras llegaron a mi memoria al escuchar la información de que en España se conmemorará en junio los 80 años de los refugiados republicanos españoles, en 1939. A este país llegaron, con sus saberes y sus dramas en las precarias maletas, algunos con su familia. La tertulia de mi hogar, donde un grupo de intelectuales se reunía, unos todavía opositores a Trujillo, otros cooptados ya por el régimen, pero rebeldes en su interior, empezó a ser frecuentada por los refugiados, hasta que se hizo costumbre.

En la casa abarrotada de libros, los refugiados, la mayoría de izquierda, encontraron afinidad ideológica, y una foto de Azaña, presidente de la primera república española.

La permanencia de ellos amplió el circulo de intelectuales y amigos que diariamente por horas conversaban, a veces acaloradamente, sobre literatura, poesía, música, filosofía, historia, y, en voz bajita, las ultimas barbaridades de Trujillo.

Pronto la voz estentórea de Alaminos dominaba el debate.

Alaminos era uno de los primeros en llegar a la tertulia. Fue también, el primero en advertir que la tiranía de Trujillo era similar a la franquista. Se fue a México, y allí sé quedó hasta su muerte.

Uno de esos flamantes nuevos “tíos”, como yo llamaba a los amigos-hermanos de mi padre, don Constancio Bernaldo de Quirós, famoso criminalista en su país, venía siempre con su esposa, tomados de la mano.

Don Constancio nos dejó una noble herencia. Uno de sus nietos es Roberto Cassá, quien ha transformado ese destartalado almacén que parecía ser el Archivo General de la Nación, en una institución organizada, útil y valiosa.

A don Amós Sabrás, de risa fácil y buen humor permanente, le debe nuestro país una verdadera revolución en la enseñanza de la matemática. En la Universidad de Santo Domingo, encontró discípulos aventajados que fueron sus aliados, y pese al recelo trujillista frente a lo novedoso, el profesor Sabrás logró reformar y modernizar el aprendizaje matemático.

Desde mi corazón que se vuelve niño al evocarlos en la tertulia paterna, rindo homenaje a esos españoles que en el siglo 20, con su conducta y sus aportes marcaron la diferencia y nos compensaros de las crueldades de sus antepasados conquistadores, esos que vinieron a transformar “indios vivos en cristianos muertos”, como dice el poeta Neruda en su Versainograma a Santo Domingo.

Ellos me enseñaron a no rechazar a los inmigrantes, que donan y no quitan, y a aceptar en mi respeto y mi afecto a tres abuelos españoles que en mi sangre mezclan la suya con la de mi abuela mulata.

Me sitúo en el balcón de la calle Mercedes 104 altos, en el año 1939, y les grito: ¡gracias!

Tomado del Listindiario.com

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