Dominicanos y venezolanos

Isidro Toro Pampols

Las relaciones entre dominicanos y venezolanos, largas en el tiempo, han dejado y dejarán, frutos importantes para las generaciones presente y del porvenir.

Un día de 1818 o 1819 José Ildefonso Falcón emprendería un viaje, posiblemente en una goleta, hacia las costas de Paraguaná. Allí sentó raíces en Jadacaquiva, una pequeña aldea, ya adentrada en el centro peninsular y allí conoció a Josefa Zavarce, una dama de la zona con quien casó y de cuya unión nace el futuro general Juan Crisóstomo Falcón y Zavarce (1820-1870), líder de la   triunfante Revolución Federal venezolana, hecho ocurrido entre 1859 y 1864, cuyos herederos políticos gobernaron hasta 1899; realizando cambios profundos tales como la instauración de la educación primaria gratuita y obligatoria; la creación de las academias de ciencias, historia, entre otras; el primer acueducto de Caracas, ferrocarriles, telégrafos y muchas más realizaciones. Como todo en la vida, también tuvieron sus falencias.

De la emigración dominicana de esa época se recogieron otros buenos frutos. El ilustre naturalista Arístides Rojas, nace en Caracas el 5 de noviembre de 1822, de padres dominicanos que llegaron a Venezuela huyendo de las conmociones que afectaban a la isla. Ellos fueron, José María Rojas Ramos y Dolores Espaillat. Su progenitor llegó a ser administrador de la aduana de La Guaira, concejal y diputado al Congreso Nacional de Venezuela.

Rojas se convirtió en médico, historiador y periodista; cultivó las letras y estudió con amor el pasado del país, desarrollando una obra civilizadora donde incentivó la cultura. Logró reconocimientos importantes: fue miembro de la Sociedad Zoológica de Francia, de la Academia de Ciencias Físicas y Naturales de Cuba y de Bellas Artes de Chile. En 1875 se funda el Museo de Ciencias de Caracas y comparte la dirección con el sabio naturalista alemán Gustavo Adolfo Ernst. Ya en 1867 había sido cofundador de la Sociedad de Ciencias Físicas y Naturales de Caracas.

Se puede escribir mucho no sólo de Arístides Rojas, sino de numerosos dominicanos que han contribuido con lo bueno que tiene Venezuela. Sin entrar en detalles de la impronta positiva que han dejado hombres como, entre otros. José Núñez de Cáceres, Juan Pablo Duarte, Juan Isidro Jimenes-Grullón, Pedro Andrés Pérez Cabral y quien fue un asiduo visitante del país suramericano, el ilustre profesor Juan Bosch.

Otros episodios enlazan la historia de ambos países. En el libro de la investigadora Margarita López Maya titulado EE UU en Venezuela 1945-1948, reseña que el ex presidente venezolano Eleazar López Contreras conspiraba contra el gobierno de Rómulo Betancourt con la ayuda de Rafael Leónidas Trujillo, en 1946. López Contreras reconoció que partiría desde territorio dominicano con cinco goletas, rumbo a Venezuela, para invadir en diciembre de 1946, lo que no ocurrió (pág. 225).

En paralelo el gobierno de Venezuela presidido por Rómulo Betancourt se encontraba involucrado en la fallida expedición de Cayo Confites, promovida en 1947, entre otros, por Juan Bosch.

El 14 de junio de 1959 patriotas dominicanos llevaron a cabo una expedición armada contra el régimen de Trujillo. Acompañaban a los héroes unos legionarios cubanos, españoles, puertorriqueños, norteamericanos, un guatemalteco, además de varios venezolanos.

Pero volviendo atrás en el tiempo, encontramos hechos históricos que ponen de bulto la fluida relación entre venezolanos y dominicanos.

En los tiempos de Ulises Heureaux, conocido como Lilis, por los lados de la Casa de Tostado, donde está el parque que honra con una estatua al Padre Billini, residía una dama quien era esposa del general Santiago Pérez. El poeta venezolano y colaborador de Lilis, Eduardo Scanlan, la piropeaba constantemente y al parecer era correspondido. Enterado el celoso marido, con un certero disparo de fusil desde el balcón de su casa, puso fin al amorío y a la vida del poeta Scanlan. Lilis aprovecho la oportunidad para deshacerse del general Santiago Pérez, condenando a muerte al militar que no era de su cofradía.

En una vieja casona en la calle Hostos esquina Luperón, funcionaba la revista “Letras”. Desde las páginas de la histórica publicación se adelantó una sostenida campaña contra la intervención norteamericana (1916-1924). Uno de los escritores era el venezolano Horacio Blanco Fombona, quien vivía exiliado en República Dominicana desde 1915. Por su postura latinoamericanista fue expulsado en 1920 por el gobierno norteamericano. Frente al infausto hecho, la intelectualidad dominicana reaccionó. Federico García Godoy protestó afirmando que “don Horacio, venezolano que refugiado entre nosotros se unió a nuestra lucha contra la intervención, sufriendo persecuciones y encarcelamientos en represalia por sus actividades periodísticas en contra de los interventores”. Américo Lugo, se sumó a la indignación, llamándolo “paladín de nuestra soberanía”, “prócer dominicano natural de Venezuela y honrador de Bolívar que en vez de colgar la pluma cuando nuestros generales envainaban sus espadas, la cruzó, como vengador acero, con el sable del invasor insolente”.

En 1942 regresó a República Dominicana con un cargo diplomático representando a Venezuela. En esa época se integra nuevamente al mundo cultural dominicano y pese a las limitantes impuestas por la dictadura de Trujillo, no deja de criticar la miseria reinante, el poco apoyo oficial a la cultura, el atraso en la industria y poner de bulto otras realidades de ese tiempo. Se enfrenta a Petán Trujillo en un juicio en tribunales, con plena consciencia de las consecuencias que ello acarreaba. Horacio casó con una dama dominicana llamada Josefina, que en las crónicas sociales figura como Josefina de Blanco Fombona. En su libro Crímenes del imperialismo norteamericano, se reseñan datos acerca del “Dios Liborio” y del asesinato de Evangelista, temido guerrillero del Este, así como otras crónicas relacionadas con la presencia estadounidense en la República Dominicana de la época.

La historia registra datos de las relaciones centenarias entre los habitantes de Quisqueya y Venezuela. Eso ha ocurrido y continuará ocurriendo.

El autor es asesor del IDECOOP. Reside en Santo Domingo.

 

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