¡Señor, heme aquí!

Por Wendy Carrasco

En estos días he estado guardando silencio para poder escuchar la voz de Dios en medio de tantos ruidos. Meditando y analizando el por qué de tanta maldad, llega a mi mente la palabra del cielo, recordándome que no es contra carne ni sangre la lucha que tenemos, sino contra potestades y huestes de maldad, contra principados de las tinieblas que se levantan con furia para destruirnos.

Pero, si algo me mantiene de pie es su favor y su gracia que no merecemos ni existe esfuerzo humano para ganarse o comprar, pues la mismas escrituras dicen que «nuestra justicia es como trapo de inmundicia» (Is 64:6).

Sin embargo, aún sin merecer esa gracia y ese favor, Dios nos levanta de las cenizas, nos saca del horno de fuego como a Daniel, donde nos enviaron a desaparecer, y de ahí el hijo de Dios, Jesucristo, nos toma para que demos testimonio de que aún el TodoPoderoso produce milagros.

Dios te saca del calabozo y de la cárcel a gobernar, a lugares donde nunca imaginaste pisar, para que tus opresores, que no son humanos, sino huestes espirituales, sepan que aún la mano derecha de Dios, su mano de Justicia, está latente en medio de una humanidad perversa que le ha dado la espalda.

En una ocasión, el profeta Samuel dijo, si ellos no quieren ver ni escuchar tu voz, Señor heme aquí, envíame a mi. Padre yo te amo y jamás me avergonzaré de gritar aleluya, porque soy un testimonio vivo de la restauración que produces en una vida repleta de pecados, errores, dolor, mentiras, y tantos otros malos sentimientos de los que sólo tú Señor Jesús con tu amor, nos puede hacer verdaderamente libres.

“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe (Ef 2:8-9)».

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