PRM por el buen camino: Yvelisse Prats-Ramírez de Pérez
Los partidos políticos son entes vivos; como los humanos nacen, crecen, se hacen grandes y fuertes o se anquilosan, víctimas de sus errores y tropiezos. Tarde o temprano desaparecen.
La crónica de los partidos políticos dominicanos refleja fielmente ese decurso: algunos, con cierta tipicidad criolla, manifiestan características o etapas singulares: por ejemplo, el Partido Azul, organización liberal, progresista, mientras se mantuvo el liderazgo de Luperón, y que luego abandonó sus principios democráticos, al ser conducido por el dictador Ulises Hereaux.
El Partido Revolucionario Dominicano presenta una característica similar: fundado en la ardiente fragua del exilio, de la lucha contra la tiranía trujillista, fue un modelo de ideas libertarias, un vendaval de sueños y de luchas durante años, primero en el liderazgo impoluto de Juan Bosch, ya luego con la guía intensa y magnífica de Peña Gómez.
La epopeya de abril de 1965 confirma el espíritu de lucha y de sacrificio de ese PRD de don Juan y de Peña Gómez. Luego, todos sabemos lo que ha pasado. El PRD pasó a ser parte del mercado que predomina en nuestro quehacer político.
Disminuido, desacreditado, ahora solo existe como cómplice del partido en el poder.
Muchos de los que militábamos por años en el PRD no nos vendimos, otro partido nació con decisión de mantener vivas las ideas de Peña Gómez como expresión del Socialismo Democrático ultrajado por quienes se alían a los que a su vez han traicionado a Juan Bosch, su fundador y líder.
El Socialismo Democrático es una ideología que se fundamenta en valores. Para preservarlo de la anomia moral que se extiende en nuestro país, los peñagomistas fundamos el Partido Revolucionario Moderno.
Somos un partido joven, que se ha sostenido con una escasez económica enorme, enfrentando a un gigante glotón que controla todos los poderes del Estado, hace alianzas escabrosas con sectores privados poderosos, y que llega al extremo de sobornar y ser sobornado sin escrúpulo.
En una campaña electoral desigual, erizada de obstáculos, con escáneres costosos que solo sirvieron como adorno en las mesas de votación, y con una Junta Central Electoral que ni siquiera se ocupó de guardar las formas, logramos un 35 por ciento de la votación, votos mal contados, que nos coloca como cabeza de la oposición.
Gracias a un bloque legislativo que se dignifica con la presencia y la actitud de Faride Raful, Gloria Reyes, Wellington Arnaud, Víctor De Aza, Josefa Castillo, por mencionar algunos de nuestros legisladores fieles al PRM logra que el Presupuesto Nacional no se aproveche como antes, sin discutirse; que se presenten proyectos de ley que, aunque la aplastante mayoría peledeísta no los apruebe son muestra de lo que hará nuestro partido cuando gane las elecciones.
Trabajamos, no siempre con la armonía y unidad que debiéramos, porque el grupismo es el fantasma feo que nos siguió desde el viejo PRD.
Sin embargo, por encima de todo, nos sentimos llamados a ser la diferencia con el pasado y con quienes gobiernan. La voluntad se tensa, salen a flote las enseñanzas de Peña Gómez; el impulso que nos dan nuestras bases, se impone.
Mano a mano, hemos ido organizando el PRM, superando malos entendidos. Estamos empeñados en hacer realidad un proyecto de partido distinto. Y vamos por un buen camino, no porque no haya piedras ni cizaña, sino porque lo transitamos con tino y con decisión firme.
La semana pasada dimos un paso firme, acertado, en esa ruta correcta: pese a los malos vaticinios el 28 de septiembre pasado, la Comisión Política del PRM aprobó la realización de la Convención Nacional Ordinaria. Esta decisión tomó cuerpo y peso de certeza el lunes recién pasado al designar la dirección ejecutiva la Comisión Nacional Organizadora de la convención.
Y, aunque peque de inmodestia porque soy miembro de ella debo proclamar que es una comisión muy, muy buena. La preside Tony Raful, ese nombre es de por sí un sello de excelencia. En adelante, el PRM tiene la oportunidad de escribir otro capítulo de su historia; la esperanza de muchos, que ese relato esté acorde con sus principios.
Una convención transparente, con iguales normas para todos, la voluntad soberana de las bases decidiendo quiénes serán nuestros dirigentes, ganará para el PRM la credibilidad de la sociedad dominicana.
La ciudadanía necesita creer en la política, en los políticos. El PRM quiere ganarse esa confianza.
Y creo que vamos bien. Como seres vivos que somos, cometemos fallas, y nos proponemos enmendarlas; la próxima convención es un reto que venceremos. Por fin se abrirán las ventanas de la esperanza.
¡Qué hermosa historia puede, podrá escribir el Partido Revolucionario Moderno!