Política, principios y corrupción: Bonaparte Gautreaux Piñeyro

Cuando el candidato Hipólito Mejía decidió basar su campaña en busca de la Presidencia de la República para el 2012, dispuso que uno de los ejes principales de su quehacer estaría basado en la denuncia a profundidad, del daño que provoca a la nación la práctica de la corrupción, especialmente cuando está rodeada de la más descarada impunidad.

Muchos de sus cercanos colaboradores mostraban su desacuerdo con esa posición porque entendían que la corrupción es tan descarada porque la mayoría de personas, de una y otra manera, soslaya enfrentar a los corruptos.

Los corruptos están en la empresa privada, en el cobro por los servicios profesionales, en las coimas que se pagan a funcionarios públicos de distintos niveles para que aprueben algo incorrecto, en los políticos que aceptan aportes provenientes de dinero de dudosa proveniencia, en el voto de legisladores, en las decisiones de jueces, en el accionar de fiscales, en el soborno al policía que nos detiene por la comisión de una infracción de tránsito.

El rosario de actos de corrupción es interminable y como dice el refrán: entre bomberos no se pisan la manguera.

Obviamente que los corruptos, sus favorecidos, sus cómplices, tenían que adversar a Hipólito por su firme postura en contra de lo mal hecho. Se unieron, maniobraron, dividieron, compraron partidos, conquistaron personas, violaron todo tipo de principios y prácticas decentes, usaron el poder armado, guardias y policías, para amedrentar, para oprimir y se salieron con la suya, temporalmente.

Si hay una real vocación de lucha contra la corrupción, si las manifestaciones se tratan de algo más que una moda, si lo que ocurre hoy es algo más que una actitud deportiva, la figura de Hipólito Mejía brilla como la del político que, a sabiendas de que le restaba muchos votos, decidió continuar su denuncia y su lucha por la transparencia como un aporte a su país, para vivir tranquilo con su conciencia.

Que incluso gente cercana a él no lo comprendiera se debe a varias razones, una de las cuales es el oportunismo, que tanto daño hace al ejercicio de la política, ese oportunismo que lleva al olvido de los principios fundamentales de honradez, respeto por los derechos de los demás, que convoca a hacerse de la vista gorda ante aspectos putrefactos del quehacer humano.

Es bueno ver cómo se le da la razón a la práctica política de Hipólito Mejía quien siempre ha actuado como decía José Martí: “no me lleven a lo oscuro, a morir como un traidor, yo soy bueno y como bueno, moriré de cara al sol”

Mejor caer que abjurar de los principios que conforman al hombre serio, honrado que busca servir a su país y no servirse de él.

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