Opinión: La política, ¡ay, la política

Trampas. Vaciados de listas de votantes inexistentes, traslados de electores. Reporte de inscripciones creadas con un programa de computadoras. Ojalá que la sangre no llegue al río.

Por Bonaparte Gautreaux Piñeyro

Increíblemente, la llegada en 1978, de los aires democratizantes, no ha tenido el resultado que se esperaba.

En el primer período, imperaba la divisa de la honestidad, de la seriedad, de la capacidad intelectual, de los estudios realizados, de la conducta intachable. Ese tiempo pasó tan rápido que no nos dimos cuenta.

Ese primer periodo en el cual la altura de miras y los propósitos elevados estaban a la orden del día, permitió, como fruto inesperado e indeseado de la apertura, la llegada de los propósitos solapados, el abrazo falso y malvado, la sonrisa fingida y engañosa.

Fue el inició del período de la zancadilla, del comentario venenoso a espaldas de la persona, de la amistad fingida.

Se entronizó el tiempo de “tanto tienes, tanto vales” y quienes antes escurrieron el bulto, para no comprometerse con la búsqueda del bien común, se hicieron con el poder y mantuvieron el statu quo. Un statu quo que solo los beneficia a ellos. A los que realmente mandan.

Durante ese segundo período, las maniobras para manejar los hilos del poder fueron aceitadas con el dinero de la corrupción, facilitado por los que siempre han tenido algo que perder, que no es su vergüenza pues la misma quedó enredada en la evasión de impuestos y en el contrabando.

Se siguió un libreto muy bien escrito y muy bien actuado, en un escenario donde mucha gente de rostro severo ocultaba al malvado de la obra cubierto con un manto de mansedumbre, mientras la mayoría se entretenía con el canto de sirenas de arúspices que adivinaban el porvenir con la miseria contenida en las entrañas de la mayoría.

Entonces comenzó el tercer período: la búsqueda de la legitimidad para lo cual fue preciso crear mecanismos que aparentaran facilitar la participación en las decisiones de gobierno que afectaban o beneficiaban al pueblo.

El arbitraje, para que se crearan la representación y la representatividad, fue el voto universal y secreto por candidatos elegidos por los partidos, no por el pueblo.

En ese momento se inició el cuarto período, el actual. Candidatos a regidores, alcaldes, diputados, senadores, quienes tendrán en sus manos el poder delegado por los sufragantes quienes, en ocasiones, votarán por el partido sin saber cómo fue elegido el candidato.

Había que buscar un árbitro y se creó las Junta Central Electoral que desde la “elección” de Balaguer en 1966 a la fecha, se ha inclinado en favor de un partido al cual obedece. Por supuesto que hay excepciones.

El quinto período está en el tapete: las listas de electores internos de los partidos.

Trampas. Vaciados de listas de votantes inexistentes, traslados de electores. Reporte de inscripciones creadas con un programa de computadoras. Ojalá que la sangre no llegue al río.

¡Ah, la política!

Tomado del Hoy.com.do

 

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