Opinión: El burro de la noria
Por: Bonaparte Gautreaux Piñeyro
El gobierno juega, de manera peligrosa, con la paciencia de un pueblo que un día se harta y rompe todas las ataduras, salta todas las cercas, desconoce todas las reglas arbitrarias.
En la administración de Danilo Medina falta gente que advierta, tanto al gobernante como a sus principales asesores civiles, políticos y militares, que es sumamente peligroso y desestabilizador, jugar a que la soga sujeta de los extremos, permitirá que continúen las inhumanas imposiciones que irrespetan los derechos de los más, cual si sus actuaciones debieran ser acatadas como palabras de Dios.
En la noria que movía las ruedas que facilitaban el agua para la curtiembre de las pieles, había un burro que, pacientemente, daba vuelta y vueltas y más vueltas en la misma dirección, sin que aparentemente experimentara ningún cansancio. El hombre que cuidaba de que el burro no se detuviera usó al principio un palo, luego una ramita de un guayabo cercano y finalmente lo animaba con voz dulce y tenue, como si el animal entendiera.
Una mañana llegó de lejos la voz de los curtidores clamando por agua, el burro fue haciendo su paso más lento, de poco valió que el trabajador le echara maldiciones, lo golpeara con el palo detrás de la oreja, el animal emitió un relincho profundo y pateó al empleado, quien no pudo provocar que se pusiera en pie y continuara tirando de la noria.
Así como todo pasa, todo se acaba. Los pueblos soportan hasta un día, nadie sabe cuál. No hay que ser adivino.
Los pueblos se cansan cuando menos se espera, actúan como los envases que reciben los líquidos hasta que una sola gota, una pequeña ridícula, minúscula gota de agua, provoca un derrame y actúa como sifón para que el contenido del envase salga sin control, sin límite, sin rumbo.
Es la fuerza que se produce como reacción a las acciones que mantienen controlados los elementos, hasta que la naturaleza o la sociedad actúan para desatarlas.
Vengo advirtiendo a todos, gobierno, oposición, pueblo, la necesidad de que equilibremos nuestra sociedad para que evitemos continuar conteniendo, oprimiendo las ansias, deseos, manifestaciones de vivir sin temor que se ven, se escuchan se expresan un día sí y el siguiente también.
¿Acaso hay gente tan obtusa que piensa que se soportará para siempre aumentar el precio de los alimentos, de las placas de vehículos, la tarifa de electricidad, los apagones, los servicios de la Procuraduría General de la República, los estratosféricos sueldos de personas que cobran y no trabajan mientras permanecen en sus casas?
El abuso y el relajo con los precios de los combustibles será la gota que rebozara la copa y forzará una protesta nacional que ojalá no deje títere con cabeza. Después no digan. Han sido advertidos.