La anulación individual de no saber decir no
Opinion/petra Saviñón
La vulnerabilidad de tanta gente sin herramientas para defenderse, la hace sujeto de engaño, de manipulación, de traiciones. Su incapacidad para rehusar propuestas, solicitudes y sugerencias que la lastiman, la convierten en campo fértil para perversos que ceban sus maldades y sacan provecho a esa falencia.
La falta de carácter viene con frecuencia desde abajo, desprendida de una crianza en la que el ente no ha sido tratado como merecedor de respeto, de consideración y crece sin amor propio, visto como cosa y eso asume su cerebro.
Esto al punto tal de que cuando es bien tratado lo asimila como parte de las burlas sufridas a lo largo de su existencia. Esta causa, de forma inconsciente lo lleva a la codependencia, al afán de sentirse útil.
El no negarse a peticiones por abusivas y absurdas que parezcan, es una manera de ayudar, según su autoestima enferma.
Incluso, llega a justificar el comportamiento malvado con razones como que esa persona ha sido víctima y replica el maltrato en otros, lo que es probable pero no ha de ser excusa para permitirle que hiera, que propague su dolor.
No es suficiente decirle a los hijos que deben amarse, que deben saber decir no, hay que forjarles en ese sentimiento protector y por añadidura tendrán la firmeza para rechazar todo lo que no les sea de bienestar.
Es así, como empezamos a formar individuos asertivos, confiados en sí mismos, con la fuerza extensa para saber dónde hay que estar y de qué o quién alejarse.
