Indignados, marchas y espiral del silencio

Isidro-Toro

Por: Isidro Toro Pampols.·.

En el año 2008 se gesta en Islandia una revuelta ciudadana la cual fue creciendo hasta llegar los manifestantes, en el 2009, a rodear los edificios del gobierno, logrando su dimisión y una convocatoria de elecciones para el mes de abril de ese año. En la votación triunfó la Alianza Social-demócrata y el Movimiento de Izquierda Verde.

El 15 de mayo de 2011 un grupo de españoles manifiestan en medio de la crisis inmobiliaria en la madrileña Puerta del Sol. El movimiento fue creciendo no solamente en España, sino que se convocó una movilización mundial el 15 de octubre de 2011, fecha en que se produjeron reuniones en 1051 ciudades de 90 países. El denominador común de las protestas a lo largo y ancho del planeta, era la denuncia de la corrupción como eje central de la espantosa crisis que colocaba en desahucio a miles de familias especialmente en los EE UU y Europa.

En Norteamérica se realizaron protestas en ciudades como Boston, Toronto, Los Ángeles, San Francisco, Portland, Chicago y Nueva York. En esta ciudad frente a Wall Street, emblema del capitalismo occidental. En Chile, se cumplieron marchas donde se incorporaba  el conflicto estudiantil. En la República Dominicana se manifestó tanto en Santo Domingo como en Santiago y, aunque no registraron masiva afluencia, es importante destacar su incorporación en sostén de una causa mundial, sin dejar de mencionar el apoyo al movimiento “4% del PIB para la Educación”, así como el descontento por el tema de la empresa minera canadiense “Barrick Gold” en Pueblo Viejo, Cotui. También se reunieron en México, Argentina, así como en Australia, Japón; en fin, fue un movimiento mundial.

La teoría de la espiral del silencio (1977), de la alemana Elisabeth Noelle-Neumann, expone la relación entre la opinión pública y el control social, al plantear que las personas adaptan su comportamiento a las opiniones predominantes en su entorno. La espiral se dibuja a medida que las opiniones minoritarias se silencian y las consideradas mayoritarias aumentan y se vuelven dominantes. Ahora bien, las minorías exhiben núcleo fuertes que no cambian pese a ser obviados por una mayoría. Esta mayoría, en un momento dado, puede perder fortaleza por diversas razones: bien por cambios en el entorno o por estar construida mediante falacias, falsos positivos o posverdades -entre otras expresiones de la comunicación política-, dándose el caso que el núcleo duro comienza a crecer y generar una nueva espiral que adquiere presencia y que busca respuestas al tiempo que catapultan lideres, reconocidos o emergentes, modelan organizaciones y canalizan la participación ciudadana, según sea el sistema institucional de la sociedad donde se manifiesta.

En España un grupo de dirigentes de la llamada izquierda capitalizó parte del electorado de los indignados del 15 de mayo y se presentó como alternativa electoral en las elecciones autonómicas y municipales de 2015, bajo el nombre de Podemos.  Para finales de ese año se realizaron las elecciones generales donde el precitado partido se transformó en la tercera fuerza electoral con 3,198.584 votos, lo que personificaba 42 representantes de los 350 que conforman el Congreso de los Diputados. De su lado, la agrupación Izquierda Unida (IU) sumó 926,783 votos para obtener dos curules.

España es una democracia parlamentaria y sobre la base de los resultados no se pudo conformar gobierno, por lo que se llamó a la ciudadanía nuevamente a las urnas electorales, pero esta vez Podemos realizó alianza con IU y otros grupos políticos, muchos regionales, y el resultado fue frustrante ya que obtuvieron 3,227.123, perdiendo la sumatoria un 22,4% con respecto a las elecciones del 2015. ¿Qué pasó?  Bueno, ya no se deslizaban desapercibidos y comenzaron a gobernar en ayuntamientos desarrollando políticas, en algunos casos, más cuestionables que las del statu quo al que tanto criticaban. Segundo, las aspiraciones que exigían para conformar una alianza que lograse formar un gobierno nacional “progresista”, se centraba en ministerios e instituciones de fuerte carga financiera y no pedían ninguno que tuviese relación con la solidaridad social; parecían más una sociedad de banqueros que una organización de fraternidad social. Tercero, muchos líderes fueron denunciados, y expuestos con pruebas, por el usufructo de canonjías en universidades, gobiernos locales y extranjeros. Una última consideración dejando otras en el tintero, fue una política de solidaridad automática con regímenes autoritarios con los que tienen relaciones más económicas que políticas. Así que esta suerte de “ángeles vengadores”, que liquidarían la forma tradicional de conducir los gobiernos y colocarían bien en la cárcel o en asilos a los dirigentes representantes de la “vieja política”, resultaron ser no solamente “más de lo mismo” sino verdaderos pichones de monstruos políticos de la modernidad. Tampoco esta conducta es una exclusividad de los lideres de Podemos: Robespierre, Mussolini, Hitler, Stalin, por sólo mencionar algunos personajes de renombre mundial, llegaron ofreciendo “villas y castillos” a los pobladores de sus países que luego pagaron con penurias y sangre su fatídico error. Estos ejemplos no excluyen que también se han gestado movimientos que han contribuido con el avance social, como la Revolución Naranja en Ucrania, año 2005.

En varios países, República Dominicana incluida, se han gestado movimientos sociales que solicitan el fin de la impunidad, caracterizándose por su autonomía, democracia de base, representatividad y solidaridad. Son alianzas de organizaciones no gubernamentales, algunas de ellas de larga tradición en sus pueblos, otras más nuevas, que se constituyen expresándose en concentraciones, campamentos y marchas. Utilizan un color, gráficos, mascaras o emblemas distintivos. El tema central es la exigencia de una democracia donde impere el fin de la impunidad frente a los casos de corrupción que permea a la sociedad. Su crecimiento se proyecta en espiral, ya que muchas personas que sentían que no eran escuchados, se suman a estas expresiones comunitarias. Para los investigadores sociales es la eclosión de un sentimiento que se ha gestado por décadas de indiferencia oficial ante el tema de la injusticia y que para algunos politiqueros es una especie de quimera inorgánica: “el leviatán del poder puede y aplasta con todo eso”, dicen algunos. Otros juegan al cansancio y a la desmotivación de los indignados. Pero, ¡oh sorpresa! están allí, son realidad, avanzan y denuncian.

Individuos involucrados en estos movimientos buscan organizarse electoralmente. En España Podemos y Ciudadanos aparecen como ejemplos, aunque sean expresiones ideológicas diferenciadas, son en buena medida resultados de esta movilización social. Algunos políticos afiliados a partidos organizados buscan apoyo y tratan de “aggiornarse”, como aquello antiguo que trata de adaptarse al momento actual. Algunas veces, no siempre, este “aggiornamiento” termina en caricatura. Entre estos dos puntos, pueden presentarse otras alternativas intermedias.

Una noticia de la prensa colombiana informa que el movimiento de indignados con Electricaribe, en Barranquilla, protesta por fallas en el suministro. Este tipo de nota pone de bulto que la impunidad traspasa la línea de la justicia y la corrupción y ya se levanta para exigir servicios de calidad, piden transparencia en la toma de decisiones con el fin de garantizar eficiencia y calidad de vida. Los indignados siempre encontrarán un estandarte de lucha.

Frente a este fenómeno las agrupaciones partidarias deben estar atentas. En fin, estamos en el siglo XXI y por mucho tiempo los partidos políticos seguirán siendo las columnas solidas que sostienen los sistemas democráticos, pero sobre bases modernas, que tanto su comunicación interna así como la del partido con la sociedad, ambas, deben ser contantemente revisadas para desarrollar mecanismos de articulación eficaces a los fines que movimientos sociales, como el de los indignados, generen la turbulencia necesaria para tomar consciencia y producir respuestas realistas, entendibles, socializadas. Los indignados sean pregoneros de inquietudes, aspiraciones y sueños. Nunca piedra de tranca para el avance comunitario. Es función de los partidos políticos canalizar inquietudes y el espíritu de superación del pueblo escuadrado en la democracia y aplomado por la legitimidad, para no llegar al caos que daña la necesaria armonía en la sociedad.

Isidro Toro Pampols.·. es MSc en Management, asesor en cooperativismo en el IDECOOP. Reside en Santo Domingo.

 

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