Gobierno y Política Fiscal

Por Félix Santana García

JPG/archivo PyS
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Casi todos los especialistas coinciden en que el gobierno como parte del Estado debe intervenir en la economía en dos casos: en la dotación de bienes y servicios y en la corrección de externalidades.

El bien público no puede comercializarse de manera privada. Esto es, si ese bien está disponible para uno, lo está para todos. Es el caso de la seguridad nacional: si hay seguridad nacional, la hay para toda la nación, no para una persona en particular.

Es el caso de la impartición de justicia: o es para todos o para ninguno. Claramente, con este segundo ejemplo se hace evidente la dificultad de establecer en realidad un bien público.

La corrección de externalidades. Una externalidad es un efecto colateral de alguna actividad económica, es el caso de la contaminación. Una empresa, al producir, utiliza recursos naturales y genera contaminantes. El Estado puede colaborar en la distribución del ingreso y la lucha contra la pobreza.

En cuanto a los ingresos del Gobierno, para gastar en bienes públicos, aplicar correcciones de las externalidades o incluso para redistribuir el ingreso, el gobierno requiere de más ingresos.

Para obtener ingresos el Gobierno requiere cobrar impuestos los cuales son una imposición del Estado a los ciudadanos. Se les quita parte de su dinero, ya sea cuando lo ganan o cuando lo gastan, para con ello financiar las operaciones del Gobierno.

Los ingresos del Gobierno en particular los impuestos, pueden ser progresivos y regresivos, siendo los primeros aquellos que aumentan en la medida que se incrementan los ingresos de los individuos, mientras los regresivos son los que gravan más a quienes tienen un ingreso menor.

El llamado impuesto inflacionario tiene las características de un impuesto regresivo dado que afecta más a quienes viven de su salario, que pierde valor, y redistribuye hacia quienes tienen activos fijos, que suben de valor.

El impuesto inflacionario es el que se da cuando el Gobierno incrementa la cantidad de circulante en la economía. Dado que los bienes no han aumentado en cantidad, la abundancia relativa del dinero hace que este pierda valor, incluyendo el que uno tiene en la cartera en el momento del incremento del circulante.

En lo relativo a los egresos del Gobierno, se dice en economía que existe el gasto público y lo se maneja como una sola variable, cuando en realidad existen miles de gastos que tienen un impacto diferente en la economía.

En general el gasto público se refiere al consumo del sector público, es el caso de los gastos personales, compra de materiales de oficina, adquisición de activos productivos, entre otros.

El rubro más importante del gasto público en los gobiernos actuales es el gasto social: gasto en educación, salud, seguridad social, infraestructura mínima, entre otros.

El Gobierno dominicano no responde a una racionalidad económica, sino a una racionalidad política y social. Esto significa que no va a tener un gasto público que dependa del ingreso, como lo hacía el consumo, ni la inversión pública responderá a la tasa de interés o al nivel de capital en la economía como en el caso de la iniciativa privada.

El Gobierno decide su nivel de gasto  e inversión por cuestiones ajenas a la economía, y es por esto que el gasto público se considera una variable exógena al modelo económico.

Cuando el Gobierno gasta más de lo que recauda, se dice que existe un déficit gubernamental. Este déficit, a diferencia de los déficits privados, no es necesariamente malo. Si el gobierno tuviera un superavit, significaría que tiene ingresos mayores que sus gastos.

Esto significa que el dinero que el Gobierno extrae de la economía, vía impuestos, no ha regresado, está guardado en algún lado y no es útil para el país. Si regresara, por ejemplo, financiando inversión, sería útil.

Sin embargo, el déficit tampoco es bueno pues el dinero que le falta al gobierno debe obtenerlo de algún lado: o se lo presta alguien o lo imprime. Cualquiera de estas fuentes de ingreso adicionales puede generar inflación. El Déficit permanente del gobierno termina por generar inflación.

En los últimos diez años los gobiernos dominicanos se han manejado con déficits, es decir, han gastado más de lo que realmente les ha ingresado. Faltante de dinero que lo ha venido financiando con deuda pública.

Esta situación financiera cada año empeora ya que la deuda pública va en aumento al extremo que se estima que la deuda consolidada ronda ya el 52% del Producto Interno Bruto (PIB) y que de cada RD$100.00 pesos que ingresa al fisco RD$24.00 se destinan a pagar la deuda y que cada dominicano debe US$2,858.00 por concepto de deuda pública.

La situación es grave al extremo que el incumbente del Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo expresa de forma conservadora que la deuda del país mueve a tener cuidado y que por lo tanto el  Gobierno debe tratar por los todos los medios de controlarla.

Es cierto que no se debe pretender bajar los niveles de gastos públicos ya que la economía se resentiría pero de lo que casi nadie habla es de que se debe revisar la estructura de gastos del Gobierno a los fines de depurar aquellos que no son reproductivos, insulsos o superfluos.

Mientras llueven las críticas en ese sentido el Gobierno se hace cada día más sordo y actúa como si no le importara nada y continúa tomando  dinero prestado sin que se hagan los aprestos de lugar para eliminar los déficits fiscales que más temprano que tarde comenzarán a afectar al país de forma negativa.

Los temas de política y disciplina fiscales se abordan a cada momento siendo preocupación de los distintos sectores que conforman el país pero  a pesar de convertirse en un tema reiterativo y hasta cansón nada se hace al respecto para corregir el mismo.

Da pena que solo se insiste en incrementar los ingresos por que se cree que con ello como si fuese una barita mágica se solucionarán los déficits de la noche a la mañana, cuando hay tantos entuertos en la administración financiera que se deben enderezar para disminuir o eliminar los faltantes de fondos.

Pero el asunto es que no hay voluntad política para coadyuvar en la corrección de esta desesperante situación. No es un secreto que de obtemperar el Gobierno a las diversas voces que claman para que se enmienden los déficits que dan lugar a los préstamos el Gobierno enfrentaría serios problemas de estabilidad pues este se sustenta gracias a la finanza creativa o de maquillaje que aplica lo que le permite presentar una situación financiera ficticia o de mucha bonanza cuando es todo lo contrario, entrando a actuar en última instancia la política monetaria para su salvación.

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