Caso Diandino: La ética obliga
Por Rafael Peralta Romero.
La ética impone que antes de divulgar una noticia el periodista indague con la persona afectada por la información o denuncia contenida en ella. Con la publicación ha de aparecer también la versión de quien pueda alegar que se menoscaba su honra y de este modo el medio de que se trate demuestra pluralidad y equilibrio.
Cuando un periodista pregunta, da al otro la oportunidad de poner en claro una información que podría estar circulando por lo bajo o de boca en boca. Si la persona abordada se negara a responder, el reportero hará constar en su reseña tal negativa, así el medio informativo y el profesional de la comunicación han cumplido su deber.
El periodismo se basa en indagar, todo parte de una entrevista. Se pregunta a un vendedor de frutas, en una esquina, sobre un incidente en el que alguien ha muerto violentamente. Se consulta a personas que en muchos casos ni siquiera se reportan sus nombres. En torno a un hecho callejero, el periodista construye su historia a partir de versiones.
Si en algo parece discriminatorio el periodismo es en eso de la relevancia. Desde el punto de vista noticioso, un albañil tiene menos relevancia que un ingeniero. Entre los mismos profesionales de la construcción hay diferencias de valoración. La notabilidad noticiosa de un ingeniero se mide en función del valor de las obras a su cargo.
El que remodela el acueducto de Miches –cuando ocurra- de ningún modo será comparable al ingeniero que desarrolla la más costosa –no la más importante- obra física que se construye en República Dominicana. El ingeniero Diandino Peña ha manejado, durante doce años, miles de millones de dólares en una nación pobre.
Este afortunado profesional dirige la construcción del Metro de Santo Domingo, ahora en su segunda etapa. Al mismo tiempo ha desarrollado un capital personal que ni él mismo conoce. Tiene 28 empresas, según ha demostrado una acuciosa investigación de la periodista Alicia Ortega a través de su programa El Informe.
Peña fue invitado al espacio de televisión para que respondiera sobre el particular y justificara el origen y crecimiento de su emporio, pero una vez frente a la periodista, optó por declararse paciente de alzhéimer. No recordó ni siquiera el nombre del gerente financiero de sus empresas, que lo es también del Metro. Ortega le dijo el nombre y lo recordó.
Gente desaprensiva anda buscando intenciones ocultas en el reportaje de Alicia Ortega. Quieren ignorar que esta valiente profesional ha cumplido con su trabajo y lo ha hecho con sentido ético. A Diandino Peña se le ha dado la oportunidad de que explique el desmesurado incremento de su patrimonio, pero la rechazó. Alicia hizo lo correcto. Tenía que consultar a Peña: la ética obliga.