BALAGUER AMENAZO CON ABSTENCIÓN ELECTORAL EN 1966

Por Sebastián del Pilar Sánchez

La noche del viernes 27 de mayo de 1966 el candidato presidencial del Partido Reformista, doctor Joaquín Balaguer, comunicó al país que esa organización política no participaría en las elecciones convocadas para el miércoles siguiente, rechazando así la decisión de la Junta Central Electoral que desestimó en su totalidad sus peticiones de “que se dieran facilidades a todos los ciudadanos, particularmente las mujeres, para el ejercicio del derecho al voto”.

La determinación del extinto expresidente de la República fue detallada en documento publicado en espacio pagado en los periódicos Listín Diario y El Caribe, en su edición del sábado 28, responsabilizando al tribunal electoral y al presidente provisional, doctor Héctor Rafael García-Godoy, “de las contingencias que pudieran ocurrir como resultado de esa decisión”, y advirtiendo que ambos estaban obligados a “dictar todas aquellas medidas de orden legislativo y de orden administrativo que tiendan a dar a las elecciones el carácter de una justa verdaderamente imparcial”.

Balaguer había solicitado al tribunal electoral la aprobación de una resolución que permitiera a las mujeres mayores de 18 años votar sin cédulas de identidad, convencido de que podría ganar las elecciones si éstas -en su mayoría- concurrían a los centros de votación, por ser el sector femenino el más susceptible y receptivo al mensaje de campaña que lo describía como candidato de la paz y guía conveniente para rescatar la constitucionalidad, la estabilidad social, la economía y el progreso, luego de casi cinco meses de guerra civil y patriótica.

La solicitud de Balaguer fue rechazada de inmediato por su rival electoral, el expresidente Juan Bosch, quien en un discurso pronunciado por el programa radial “Tribuna Democrática”, vocero oficial del partido blanco, explicó que su negativa a que las mujeres mayores de 18 años votaran sin cédulas se debía a una razón de principios, ya que tanto derecho a ejercer el sufragio tenían las damas de más de 18 años, como los hombres de su misma edad.

Indicó que su partido tenía más mujeres que todas las demás organizaciones políticas juntas, pero que en este caso actuaba tomando en cuenta el país y no el partido. “Si en este país permitimos que un principio se venga abajo ahora, mañana no tendremos fuerza moral para exigir que se cumpla ese principio”, sentenció el líder político, añadiendo que “el problema del voto sin cédula es un punto de principio”.

Pero según el doctor Balaguer, las mujeres, los campesinos, un sector conservador de la clase media y los familiares de militares y policías, constituían la masa silente o el “voto tapao” que le daría el triunfo y la autoridad de imponer el ansiado ambiente de tranquilidad y orden reclamado por toda la población, para avanzar hacia la reconquista de la soberanía y la edificación de una sociedad civilizada y moderna.

Perfil de Balaguer

Ya en la postrimería de la Era de Trujillo…el 3 de agosto de 1960, el doctor Joaquín Balaguer ocupó por primera vez la Presidencia de la República y un año más tarde presidió el gobierno de transición democrática, tras la caída de aquel régimen tiránico.

El líder reformista encabezó el Consejo de Estado desde el 19 de noviembre de 1961 hasta su deposición, ejecutada el 16 de enero de 1962 por una junta militar dirigida por el secretario de las Fuerzas Armadas, mayor general Pedro Rafael Ramón Rodríguez Echavarría, quien horas más tarde fue apresado en la base aérea de San Isidro por los oficiales Elías Wessin y Wessin y Rafael Tomás Fernández Domínguez, en una operación anti-golpista que restituyó en el mando a los consejeros que lideraba Rafael Filiberto Bonnelly.

Luego de la sucesión de esos hechos, Balaguer tuvo que refugiarse en la sede de la Nunciatura Apostólica, en Santo Domingo, donde permaneció por espacio de 50 días hasta que consiguió el salvoconducto del Consejo de Estado para viajar al extranjero en calidad de exiliado, pudiendo así llegar a la vecina isla de Puerto Rico, donde vivió una breve temporada, antes de radicarse por unos tres años en los Estados Unidos, entre Nueva Orleans y Nueva York.

El exjefe de Estado volvió a la República Dominicana el 28 de junio de 1965, en plena guerra civil, gracias al permiso que le otorgara el denominado Gobierno de Reconstrucción Nacional, presidido por el general Antonio Imbert Barrera, para que pudiera visitar a su madre, la señora Celia Ricardo, quien estaba recluida en su residencia, en muy delicado estado de salud.

Amparado en esa circunstancia, Balaguer se estableció en su vivienda de la avenida Máximo Gómez No. 25, en la capital dominicana y no tuvo que esforzarse mucho para evadir a las autoridades de Migración que le advirtieron sobre la caducidad del permiso que autorizaba su estadía en el país, ya que había logrado la protección de las tropas invasoras que hicieron un cordón de seguridad en la zona de su residencia y también la simpatía del gobierno en armas del coronel Caamaño, que reconoció su derecho a radicarse en su patria.

Por eso, cuando se instaló el gobierno provisional de García-Godoy, el 3 de septiembre de 1965, el líder político ya había emprendido su proyecto de retorno al poder, organizando una estructura del naciente Partido Reformista en cada provincia del país.

Candidatura presidencial

En febrero de 1966, el doctor Joaquín Balaguer era una realidad electoral al situar a su partido como la segunda fuerza política, con filiales en todos los municipios y compitiendo en popularidad frente a su adversario coyuntural, el partido del profesor Juan Bosch.

Dos meses más tarde, específicamente el viernes 15 de abril, el Partido Reformista ofrecía su primera demostración de fuerza, durante un mitin efectuado en la ciudad de Moca y el domingo 17, Balaguer era proclamado oficialmente candidato presidencial, al ser electo de modo unánime por 219 delegados que asistieron a la convención extraordinaria de su partido, celebrada en el local principal, situado entonces a poca distancia del Palacio Nacional, en la avenida 30 de Marzo 101 en la ciudad de Santo Domingo.

En ese mismo evento se anunció su compañero de boleta, o candidato vicepresidencial, que resultó ser el abogado santiaguero Francisco Augusto Lora, quien había superado ampliamente en dicha asamblea a sus contrincantes, doctores Rafael E. Ruiz Mejía y Víctor Hidalgo Justo.

Al día siguiente, Balaguer pronunció un emotivo discurso, radiado al país por la emisora “La Voz del Trópico”, destacando que “desde que el Partido Reformista surgió a la palestra, primero con el nombre de “Acción Social” y luego con el que ahora lleva y con el cual fue oficialmente reconocido por la Junta Central Electoral, abogó por la celebración de unos comicios libres, abiertos a todas las agrupaciones políticas del país, fuese cual fuese su ideología o su posición doctrinaria”.

Lamentó que en las elecciones de 1962 se le cerrara “el acceso a las urnas con pretextos baladíes, fundados aparentemente en el ideario que inspiró el llamado “Comité Nacional de Destrujillización”, que a su juicio era “un parto que murió en su cuna por haberse incurrido en el error de creer que la calentura está en la sábana y no en el organismo del paciente”, ya que “el cáncer que se deseaba extirpar residía en las personas y no en los métodos que se utilizaron para tiranizar durante más de tres décadas la conciencia dominicana”. Y agregó que “no se advirtió en aquellos momentos que aquel régimen estaba centralizado en un solo hombre, y que después de la desaparición de ese hombre lo que procedía sencillamente era suprimir sus sistemas y estructurar en nuevos moldes las instituciones nacionales”.

En esta alocución Balaguer resaltó que su participación en la consulta electoral de 1966 había dejado de ser, “desde el punto de vista estrictamente personal, un asunto de amor propio, porque ya el pueblo, en manifestaciones públicas que han tenido por su espontaneidad y sus proporciones el carácter de un verdadero certamen plebiscitario, nos ha desagraviado, ratificándonos su fe y su confianza en el mismo grado por lo menos que a cualquier otro dominicano de las generaciones actuales”.

Dijo que: “Podríamos, pues, abandonar ahora mismo la vida pública, sin llevarnos a nuestro retiro una sola gota de amargura en el alma o un solo remordimiento que altere la quietud de nuestra soledad con el pensamiento del desquite o con el aguijón de la venganza. Acepto, sin embargo, la postulación que se me ofrece por un motivo de orden superior, inspirado no en mi propio interés sino en el de la mayoría de mis conciudadanos; el del servicio que el Partido Reformista puede prestar a la democracia nacional tanto en el caso en que resulte victorioso en las elecciones del primero de junio, como en el caso de que sea lealmente vencido por la otra fuerza política que le disputa la confianza irrestricta de la mayoría de la población dominicana”.

Añadió que, de ser favorecido con los honores de la victoria, “el país podrá tener la seguridad de que el poder no será nunca utilizado como instrumento de venganza ni de persecución contra nadie. La única presión que gravitaría en semejante hipótesis sobre todos y cada uno de los dominicanos, sería la que emana normalmente de la ley que se parece siempre en una democracia a la Reina de las Abejas, la cual, según la famosa frase de Plinio, no tiene aguijón, y si lo tiene no lo usa, porque gobierna, no por la fuerza sino por la majestad de que se halla naturalmente revestida”.

Aseguró que si el Partido Reformista era vencido en buena lid por su contrincante, “la oposición no se convertiría en riña sino en diálogo y la continuidad de nuestro proceso democrático quedaría plenamente garantizado”, porque no concebía  la existencia de la democracia sin debates y contradicciones, aunque creía que las controversias, “fruto natural de la complejidad de los intereses que se enfrentan en el seno de todo grupo social, puede o no degenerar, como es frecuente que degeneren en la mayoría de los países latinoamericanos, en actos de canibalismo político o en actividades abiertamente conspirativas”.

Igualmente, ofreció garantía de que, si su partido caía en la oposición, en el país habría disentimiento y disputa sin maniobras conspirativas, ya que su “nombre no ha aparecido ni aparecerá jamás vinculado a una trama urdida con el propósito de apartar a la República del camino de las normas constitucionales”.

Con ese enfoque teórico  el candidato presidencial reformista definía su participación electoral en las elecciones de 1966 y precisaba que -a su juicio- su partido era el único, en ese momento, que podía “garantizar un régimen democrático suficientemente puro, sea en el caso en que nos toque conducir a la nación con la espada de la ley en la mano, o sea en el caso en que nos corresponda desempeñar un papel no menos digno desde los estrados de una oposición desinteresada y constructiva”.

Balaguer teme agresiones y fraude

El doctor Joaquín Balaguer entró al torneo electoral de 1966 con la clara ventaja de ser el abanderado del gobierno de los Estados Unidos, que dirigía el presidente Lyndon Baines Johnson y de haber sumado, sin alianza alguna, a los adversarios del profesor Bosch, con excepción del expresidente Rafael F. Bonnelly, quien participaba también en la puja electoral como candidato de varios partidos minoritarios.

Sin embargo, el apoyo de los norteamericanos no era suficiente para garantizar el triunfo electoral del líder reformista, aún si se hubiera realmente materializado el suministro de recursos económicos y asistencia técnica en favor de su proyecto presidencial, como apunta el reconocido economista y sociólogo Bernardo Vega en su libro “Cómo los americanos ayudaron a colocar a Balaguer en el poder en 1966”.

Ello así porque era obvio la increíble fortaleza del partido blanco, que había emergido de la guerra patria con un aura de heroísmo impresionante y era el principal beneficiario del profundo sentimiento nacionalista que se había desarrollado en el seno de la población, al culminar dicho evento. Realidad que debió preocupar sin duda a un experimentado zorro político como el doctor Balaguer, siendo posible que a ello se debiera su recurrente discurso de campaña marcando distancia capital de los invasores y clamando por la desocupación militar del país.

El líder reformista estaba consciente de que enfrentaba a una poderosa maquinaria política, aparentemente invencible, como era el partido blanco, cuyos miembros habían demostrado inmenso patriotismo durante la Revolución de abril, obteniendo, por demás, una alta cuota de poder en el nuevo gobierno provisional presidido por Héctor Rafael García-Godoy, que le había proporcionado el predominio burocrático en las oficinas de la Cédula, en las oficialías del Estado Civil, en el Ministerio de Obras Públicas, en las empresas del Estado, y de modo particular, en la poderosa Corporación Azucarera Dominicana (CAD).

Balaguer tenía que luchar contra esa ventaja electoral del partido blanco y esforzarse en reducirla en la CAD, donde el presidente García-Godoy había designado de director ejecutivo a un experto azucarero llamado Jean Santoni, sin militancia política conocida, pero acompañado de dos personas consideradas por el líder reformista como “el poder detrás del trono”, por ejecutar los nombramientos de funcionarios y empleados tanto en la sede principal como en los doce ingenios que habían sido propiedad del dictador Trujillo. Eran ellos el licenciado Jacobo Majluta y el doctor Manuel Emilio Ledesma Pérez, gerente financiero y gerente de relaciones industriales, además de miembros de la comisión política del referido partido.

La CAD disponía de 53 mil 219 empleados y obreros que incidían muchísimo en la población electoral y se beneficiaban de sueldos y bonificaciones seguros, y frente a esa avasallante realidad, Balaguer procedió con una vigorosa denuncia, el 19 de abril de 1966, afirmando que sus principales directivos aprovechaban sus posiciones para beneficio exclusivo de la organización política  a la que pertenecían y aseverando que esa práctica iba en perjuicio de sus competidores, así como de los propios “funcionarios, empleados y obreros que ven en peligro sus medios de subsistencia si no se dedican abiertamente a una campaña en favor del partido favorecido por los directivos”.

La queja del candidato presidencial del Partido Reformista estaba contenida en una carta que le envió al presidente provisional de la República, Héctor García-Godoy, en la que le solicitaba adoptar medidas de urgencia para que la CAD “mantenga una absoluta neutralidad en el período electoral”.

Balaguer recomendó en su misiva al gobernante, que al igual que las oficinas de expedición de cédulas y las oficialías del Estado Civil, ese complejo estatal quedara bajo estricto control de la Junta Central Electoral y que se nombrara “un cuerpo de dirección y administración totalmente imparciales y desvinculados de toda actividad partidista”, para restablecer el equilibrio en la Administración Pública durante la campaña electoral y “para que ningún partido disfrute de ventajas que no sean concedidas a los otros en las justas democráticas del próximo mes de junio”.

Esta posición de Balaguer fue rebatida por el licenciado Jacobo Majluta, gerente administrativo de la CAD, quien consideró que “es inverosímil que la Junta Central Electoral controle la Azucarera, ya que no podría explicar que un organismo creado para las actividades electorales, pudiera dirigir la primera industria del país”.

Sin embargo, el recelo de Balaguer con los funcionarios del emporio azucarero estaba fundamentado en informes que poseía en el sentido de que miles de jóvenes sin edad electoral serían provistos de cédulas de identidad para que pudieran sufragar a favor del partido blanco, y por la denuncia que le había llegado, indicando que funcionarios y empleados de la CAD “ponían restricciones a los afiliados de su partido y expedían, por el contrario, varias cédulas a los simpatizantes” de la competencia.

Balaguer también se refirió al presunto montaje de un fraude electoral, durante una comparecencia en el programa radial de su partido, el 21 de mayo.

Entonces denunció la existencia de un comercio dedicado al suministro de carnets en blanco para la expedición de cédulas y la supuesta preparación de una acción fraudulenta en el municipio de Bánica, debido a que -según un informe de la dirigencia de su partido en esa localidad- se aseguraba que una mesa electoral que desde hacía largos años funcionaba a satisfacción de todos, en el local de la escuela, situada en el centro mismo de la población, acababa de ser trasladada a un edificio municipal cercano a la línea fronteriza.

Balaguer planteó también la extravagante denuncia de atribuir intención de fraude a un alto funcionario de la CAD, cuyo nombre no fue proporcionado, que habría solicitado “autorización superior necesaria con el fin de introducir en el país 9 mil braceros dizque para el Central Romana y 4,000 dizque para el Central Río Haina”, y se preguntaba, por qué el empeño de importar haitianos si estaba terminando la zafra azucarera.

La decisión tomada por el Partido Reformista de no concurrir a las urnas el primero de junio de 1966, obligó al gobierno de García-Godoy y a la Junta Central Electoral a sesionar de emergencia y modificar su posición original de desestimar en su totalidad sus reclamos, y en particular lo atinente a la votación de las mujeres.

El sábado 28 de mayo 1966 el presidente García-Godoy promulgó la ley 235, permitiendo a las mujeres mayores de 25 años votar sin necesidad de presentar la cédula de identidad personal, por lo cual al día siguiente, el Partido Reformista publicó en la prensa nacional un comunicado dirigido a sus afiliados y al pueblo en general, en el que informaba que había vuelto a la contienda electoral, en virtud del alcance de la referida ley que permitía que las mujeres pudieran votar sin cédula de identificación personal, cuando por su apariencia física se apreciara que tuvieran una edad de 25 años o más.

Balaguer procedió a participar en las elecciones de 1966, confiado en que la nueva medida, aplicada con rectitud, sería garantía del voto libérrimo de la población y de su victoria electoral animada con el grito vehemente de sus compatriotas: “¡A las urnas, reformistas, a paso de vencedores!”.

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