Un país ansioso y deprimido
Periodismoysociedd.net/opinión. La ansiedad suele poner a la gente “rápida” en ese buen vocablo dominicano que indica que la desesperación, dueña de tantas vidas, hace saltar las ideas, la vista, las manos, la mente, las descoloca y lanza al vacío ilusiones y cuerpos.
La depresión, en cambio es vista como ensimismamiento, mal aletargador, que pasma. Una definición limitada para ese cúmulo enorme de síntomas, a veces tan contradictorios, como pasar del desanimo a la euforia.
Cuando estas dos patologías andan y nadan combinadas, sus efectos son terribles y horribles, estragan a sus víctimas, cuyas reacciones son impensadas e impensables.
Pues ese cuadro de espanto es tan común en el país, que tal parece que la pandemia del siglo, como catalogó el papa San Francisco a estas malvadas, están mudadas aquí para arrasar con las emociones y después de somatizar en el cuerpo humano resquebrajar el social.
Ninguna edad, ningún género está exento de esta dualidad devastadora que arropa cerebros que ya han vivido tantas faenas e infantiles recién estrenados.
Estos monstruos, hidras anhelantes, sacan sus cabezas dispuestas a engullir sin la menor piedad, favorecidas por un sistema deshumanizado, que refuerza sus fauces y alima sus colmillos.
Empresarios explotadores, incentivo al consumismo en ese tener para ser, desprotección estatal, constituyen factores que enturbian las relaciones familiares y de cualquier índole, y la gente navega casi ahogada o tragada ya por las aguas del día a día natimuerto.
Después de este destierro no llegamos a ver el fruto bendito del vientre de la virgen María que desean los católico, ni otro premio soñado para engrandecer el alma, porque el sistema de salud excluyente convierte en lujo la salud mental.
Así que no queda más que cerrar bien los ojos cuando lleguen los sonidos, las alteraciones que obligan a patear el piso, a caminar de un lado a otro, o cuando venga ese cansancio, producto de no hacer nada, que duele y adormece pero el sueño solo queda en los ojos y nunca llega al cerebro.
Es eso o asumirnos seres sujetos de derecho a una vida digna y exigir a las autoridades que cumplan su obligación a garantizar una existencia integral a todos los habitantes de esta nación, donde hasta la tierra que nos sostiene está deprimida y ansiosa.
