El partido político

Isidro Toro Pampols.Isidro Toro

Desde hace varias décadas se viene activando una campaña en contra de los partidos políticos. Durante los años 80 del siglo pasado, el neoliberalismo campeaba y se perfilaba como hegemónico con líderes como Ronald Reagan y Margaret Thatcher, el primero en los EE UU y la segunda en el Reino Unido y, basado en una teoría avasallante del mercado que pretendía copar todos los espacios de la sociedad, se minimizaba a los partidos políticos.

En algunos países de Hispanoamérica se transformó en una cruzada, llegando a publicitar que militar en una organización partidista era como adquirir un boleto, sin retorno, al infierno.

Se pretendió identificar neoliberalismo con globalización, en una suerte de manipulación perversa que no podía prosperar porque, aunque corrieron juntas un tramo de la historia, sus características, tradición y objetivos no coinciden plenamente.

Se procuró enfrentar a la sociedad civil con los partidos, pero no triunfa el intentó porque la sociedad civil, en sí misma, es de larga data en la historia y tiene su espacio bien definido, al igual que las agrupaciones partidistas.

Pero los enemigos de los partidos no cesan en su pujo por demoler las estructuras partidistas y lo peor del caso, es que muchas organizaciones hacen poco por defenderse, colocando en riesgo los pilares de la institucionalidad democrática.

Ahora bien, para resguardar a los partidos políticos lo primero que deben conocer, comprender y compartir los dirigentes y militantes es una definición de los mismos. Allí comienzan algunos problemas.

Muchas definiciones se han intentado y de acuerdo al espacio geográfico y al mundo cultural donde cohabita el autor de la tesis, se aprecia una u otra dirección. Reconocida es la enunciación de Max Weber quien nos dice que “llamamos partidos a las formas de socialización que descansando en un reclutamiento, tienen como fin proporcionar poder a sus dirigentes dentro de una asociación y otorgar por ese medio a sus miembros activos, determinadas probabilidades ideales o materiales”.

La tradición anglosajona la podemos representar con la opinión del profesor Schattschneider, quien señala que “un partido es, ante todo, un intento organizado de alcanzar el poder, entendiendo por tal, el control del aparato estatal”.

Entrando en nuestro mundo hispano resaltamos la definición del profesor Ramón Cotarelo, quien concibe el partido político como “toda asociación voluntaria perdurable en el tiempo dotada de un programa de gobierno de la sociedad en su conjunto que canaliza determinados intereses y aspira a ejercer el poder, mediante su presentación reiterada a los procesos electorales”.

En esta última definición observamos una variable ausente en la del autor anglosajón, que no es otra que el meta-mensaje del partido político: “Un programa de gobierno de la sociedad en su conjunto” nos dice el profesor español, mientras que el primero nos habla sólo de alcanzar el poder. Y en esa tradición se encuentra la definición del autor mexicano Lucio Mendieta cuando concluye que “el partido político es una agrupación temporal o permanente de ciudadanos guiados por un líder y unidos por intereses comunes que tratan de satisfacer de acuerdo con un programa de principios y mediante la retención o la conquista directa del poder estatal, o ejerciendo influencia en las orientaciones del mismo”.

En el año de 1966, se publica la que quizás ha sido la más reconocida definición de “partido político” formulada por J. La Palombara y M. Weiner; sustentada en los siguientes elementos:

a-    Se ha de tratar de “una organización duradera, cuya esperanza de vida política sea superior a la de sus dirigentes”.

b-   Ha de “poseer una organización local aparentemente duradera que mantenga relaciones regulares y variadas con el nivel nacional’.

C-    “La voluntad deliberada de sus dirigentes nacionales y locales de tomar y ejercer el poder, sólo o con otros, y no sólo de influir sobre el poder”.

d-   “El deseo de buscar un apoyo popular a través de las elecciones o de cualquier otro medio”

e-   “Que canalice determinados intereses sectoriales”

f-     Y finalmente, “la organización debe estar dotada de un programa de gobierno de la sociedad en su conjunto”, aquí coincidente con Cotarelo.

Si los dirigentes y militantes no conocen la organización donde activan,  comenzando con una definición general de partido político hasta llegar a la conceptualización de su agrupación, tomando en cuenta su historia, su tradición; difícilmente podrán construir una cultura organizacional que los mineralice, que les de los escudos para defenderse de los ataques del antipartidismo y las herramientas para difundir en la sociedad la importancia de los partidos en general y del ideario que representan en particular.

Toda Hispanoamérica vive circunstancias difíciles donde los líderes que afronten situaciones deberán contar con el apoyo de partidos solidificados, con responsabilidad social y consciente que están cimentando la historia. De lo contrario, las cosas no irán bien

 

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