El caso Eichman  y la banalidad del mal

“Un libre pensador lucha contra los tiranos del fanatismo, la ignorancia y la ambición. Contra la calumnia, el egoísmo, la vanidad, la destemplanza”

Por Isidro Toro Pampols

La filosofa alemana Hannah Arendt escribió el libro: Eichman en Jerusalem. La banalidad del mal, a raíz del juicio al que fue sometido el genocida nazi alemán. El año 2013, Hollywood llevó el tema al cine y en cierta forma muchos, al colocar juntas las palabras “banalidad” y “mal”, pensaron que Arendt pretendía vender el mal como banal. Nada más lejos de la realidad.

Lo que expone en su libro es lo banal de un sujeto como Eichman, quien es capaz de dirigir la ejecución de millones de personas en campos de exterminios nazis y considerarse inocente, encerrándose en su concha de burócrata que ejecuta órdenes superiores, sostenidas en un sistema legal sancionado por el aparato legislativo y judicial controlado por los fascistas, pero en absoluto legitimo, ya que van contra los prístinos principios del Derecho Natural y dentro de estos los DD HH, sobre los cuales se debe construir cualquier edificio jurídico.

La historia está llena de estos casos. La Inquisición nos ofrece una vitrina en la cual encontramos muchos curas inquisidores quienes, en abierta blasfemia, afirmaban que ni bajando Cristo se salvarían acusados de ser torturados o supuestas brujas, quemadas.

En nuestros días hay demostraciones de la banalización del mal. Hay gobiernos que han dado muestras de delirio al ejecutar cruelmente a personas sólo por ser cristianos o por sentenciarlos sin el debido proceso, basados en simples sospechas o por ser opositores; todas violadoras de los DD HH, lo que constituye una expresión de la tiranía del fanatismo y la superstición.

Pero también se observan en actividades tan comunitarias como lo es una asamblea de una junta de condominio. En más de una ocasión terminan dañando el vehículo u otra propiedad de algún vecino, solamente porque no acompañan ciegamente las directrices de algún grupo dominante.

Un libre pensador lucha contra los tiranos del fanatismo, la ignorancia y la ambición. Contra la calumnia, el egoísmo, la vanidad, la destemplanza. Se dedica a construir instituciones virtuosas integradas por hombres y mujeres virtuosos, además cavar calabozos a los vicios y desviaciones. Pero cuidado, que de los calabozos se escapan los presos, tal como nos advierte Kant: “No hay virtud tan fuerte que pueda estar segura contra la tentación”. Por ello quienes creemos en la libertad, la igualdad y la fraternidad, debemos buscar en todo momento a nuestro guía interior y con su Luz, nuestra conducta estar signada por una prístina moral, ser piedra fundamental en la construcción individual y coadyuvar en la del edificio social, para que no se encuentren fisuras donde se puedan esconder la ignorancia, la oscuridad, los vicios y acunar malas conductas.

Las intervenciones de Eichman durante el juicio fueron banales, de alguien que no tiene memoria o conciencia de sus crímenes. El peor mal es el que llega a hacer las personas que no piensan, no ejercitan la conciencia, no tienen memoria.

Isidro Toro Pampols. El autor es consultor organizacional, asesor del Idecoop.

 

 

 

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